Cuando las películas y series de televisión nos venden la imagen de una persona diciendo: “¡Esto es vida!”, nos muestran, por lo general, a ésta tumbada en una hamaca de una playa tropical con una bebida exótica en la mano y algún sirviente abanicando. Eso a hecho que la mayor parte de la gente piense en eso cuando se refieren a una vida idílica. Un vida sin pegar palo al agua y rodeado de personas que hacen lo les pides. Y puede que yo sea un bicho raro, pero para mí, eso no puede ser menos superfluo y repugnante. Cuando pienso en esos momentos de mi vida en los que he pensado -“¡Esto es vida!”- no pueden estar más lejos de la imagen “holywoodiana” típica.
Voy a dar un par de ejemplos de este año en los que he tenido esa genial sensación.
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Disfrutando de la vida. |
Hace no mucho, salí a navegar a vela por primera vez en mi vida. Nos dirigíamos desde Århus a la isla de Tunø en un barco pequeño, de unos 4 metros de eslora y sin motor. Aunque nos separaban solamente unos 25 km hasta la isla (en línea recta), el viento en contra hacia que el viaje se nos hiciera algo largo y pesado, entre tanto zigzaguear para remontar contra el viento. Tras unas cuantas horas, un alca (Alca torda) solitaria apareció por babor, mirándonos con curiosidad antes de desaparecer bajo el agua. Ahora, ya por fin, el viento soplaba en nuestro favor. Y allí nos encontrábamos 3 humildes personas en medio de la inmensidad del mar, a merced de la naturaleza, un atardecer de septiembre. Sentado en el barco, mirando la puesta de sol sobre el majestuoso mar, y con esa sensación de no ser nada comparado con lo que nos rodeaba, pensé para mis adentros: ¡Esto es vida!
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Puesta de sol desde el velero. |
Otra vez, que recuerde, sucedió después de haber pasado la mañana trabajando en la pequeña huerta que tengo en casa, un día soleado de primavera. No hacía mucho calor, pero con el cuerpo todavía caliente de darle a la azada, me senté en el suelo recostado contra unas maderas. Y con los ojos cerrados, disfruté de esos primeros rayos de sol que tanto se habían hecho esperar, tras el largo invierno danés, pensando: ¡Esto es vida!
No creo que sea el único, pero suelo tener esa sensación cuando estoy en la naturaleza, satisfecho con lo realizado y me dedico a disfrutar del momento contemplativamente.