jueves, 27 de octubre de 2011

¡Esto es vida!

Cuando las películas y series de televisión nos venden la imagen de una persona diciendo: “¡Esto es vida!”, nos muestran, por lo general, a ésta tumbada en una hamaca de una playa tropical con una bebida exótica en la mano y algún sirviente abanicando. Eso a hecho que la mayor parte de la gente piense en eso cuando se refieren a una vida idílica. Un vida sin pegar palo al agua y rodeado de personas que hacen lo les pides. Y puede que yo sea un bicho raro, pero para mí, eso no puede ser menos superfluo y repugnante. Cuando pienso en esos momentos de mi vida en los que he pensado -“¡Esto es vida!”- no pueden estar más lejos de la imagen “holywoodiana” típica.
Voy a dar un par de ejemplos de este año en los que he tenido esa genial sensación.
Disfrutando de la vida.
Hace no mucho, salí a navegar a vela por primera vez en mi vida. Nos dirigíamos desde Århus a la isla de Tunø en un barco pequeño, de unos 4 metros de eslora y sin motor. Aunque nos separaban solamente unos 25 km hasta la isla (en línea recta), el viento en contra hacia que el viaje se nos hiciera algo largo y pesado, entre tanto zigzaguear para remontar contra el viento. Tras unas cuantas horas, un alca (Alca torda) solitaria apareció por babor, mirándonos con curiosidad antes de desaparecer bajo el agua. Ahora, ya por fin, el viento soplaba en nuestro favor. Y allí nos encontrábamos 3 humildes personas en medio de la inmensidad del mar, a merced de la naturaleza, un atardecer de septiembre. Sentado en el barco, mirando la puesta de sol sobre el majestuoso mar, y con esa sensación de no ser nada comparado con lo que nos rodeaba, pensé para mis adentros: ¡Esto es vida!
Puesta de sol desde el velero.
Otra vez, que recuerde, sucedió después de haber pasado la mañana trabajando en la pequeña huerta que tengo en casa, un día soleado de primavera. No hacía mucho calor, pero con el cuerpo todavía caliente de darle a la azada, me senté en el suelo recostado contra unas maderas. Y con los ojos cerrados, disfruté de esos primeros rayos de sol que tanto se habían hecho esperar, tras el largo invierno danés, pensando: ¡Esto es vida!

No creo que sea el único, pero suelo tener esa sensación cuando estoy en la naturaleza, satisfecho con lo realizado y me dedico a disfrutar del momento contemplativamente.

jueves, 14 de julio de 2011

Corre o nada

Existen momentos en los que hay que tomar la oportunidad que se le presenta a uno. A veces son grandes oportunidades que te cambiarán la vida; otras son pequeñas, de esas que como mucho te alegran el día.
Ayer tuve una de esas oportunidades y la aproveché, aunque fuera solamente una de las pequeñas.
Estaba yo viendo un programa documental danés en Internet sobre un joven, llamado Frank Erichsen, que hace unos años decidió vivir una vida prácticamente autosuficiente y ecológica, y que a mi, personalmente, siempre me ha parecido bien atractiva. La serie documental se llama “Bonderøven”, que literalmente significa “culo de campesino” y que se usa muchas veces en danés como una forma peyorativa de campesino, aunque Frank pretende darle un nuevo sentido al concepto. Por desgracia la serie sólo se emite en danés sin subtítulos, pero si alguien quiere echarle un vistazo, aquí se pueden ver todos los capítulos.
Volviendo al tema que me traía aquí, mientras veía el programa, miré por la ventana y vi un arco iris coincidiendo con la puesta del sol. Tras un momento de duda, de si valía la pena o no, decidí salir con cámara en mano y bici entre las piernas para hacer unas fotos. Hace una semana hubo varios días con atardeceres rojizos casi sublimes, pero que por diferentes circunstancias no pude fotografiar. Además, llevo una temporada muy poco inspirado para hacer fotos y tenía la cámara un poco aparcada. De modo que cuando a uno le llega la inspiración, hay que aprovecharla.
Conozco un sitio a dos kilómetros y medio de mi casa con verdes praderas y una pequeña charca que seguro que quedaría bien en una foto con el arco iris y los cálidos colores del ocaso. Pero ya se sabe que el sol se esconde por momentos y que esos bonitos colores desaparecen en el momento menos esperado, por lo que decidí hacer unas fotos testimoniales del arco iris y dirigirme hacia la charca, a ver si me daba tiempo.
A mitad de camino, el arco iris era ya muy débil y casi no se veía, y pensé que no me daba tiempo a llegar a mi objetivo, por lo que paré y saqué unas fotos del sol cayente desde una zona que me pareció bonita. 
No tuve en cuenta que en Dinamarca, donde vivo, en verano las puestas de sol y los amaneceres duran mucho más que en España debido a la latitud y el ángulo de la Tierra. Por lo que me animé de nuevo, me subí a la bici y pedaleé con todas mis fuerzas en dirección de la charca. Cuando ya estaba llegando, a la bicicleta, que lleva meses dándome problemas, se le sale la cadena. No sé si por los nervios o porque realmente necesito llevar la bici al mecánico, no acertaba a meter la cadena en el plato, por lo que acabé corriendo empujando la bici hasta llegar al charco.
Llegué un poco tarde, pero aún así, creo que valió la pena, aunque las fotos no me acaben del todo.

viernes, 27 de mayo de 2011

Existe un lugar

Mañana hará un año que escribí ésto. Es una descripción de un lugar que creo existirá un día, pero que de momento se antoja utópico.
Estos últimos días mucha gente está protestando por tener una sociedad más justa y democrática, ya que el modelo actual está muy lejos de serlo. Todos estos sucesos me hicieron recordar lo que escribí hace casi un año. Ahí os lo dejo, sin ninguna foto. Hoy será la imaginación la que os haga ver cosas.


Existe un lugar donde las personas son cultas, tolerantes y felices. Trabajan en lo que desean y dedican su tiempo libre para pasear con los amigos por un bosque de inmensos árboles con troncos tan anchos que ni entre varios pueden rodearlos, y copas tan altas que se pierden en las nubes. Mientras charlan amenamente, un hurón se les acerca curioseando, pero sin ningún tipo de miedo, ya que los animales aquí desconocen qué es ser atacado por un humano. Los amigos observan confiadamente a su pequeño amigo hasta que se escabulle sinuosamente entre los arbustos que rodean algunos de los gigantes árboles que desconocen lo que es una sierra. No hay leyes que los protejan, porque realmente no hace falta que las haya, pero además allí no existe ningún órgano que las cree, ni tan siquiera nadie considera la posibilidad de que haya alguien que les diga lo que deben hacer. Al ser todos iguales, no hay ningún líder, porque no hay ningún país que gobernar, ya que los puntos y rayas que delimitan un país, aquí no existen. No hay guerras, ya que no hay pueblos ni países que ocupar. No hay esclavitud, ya que no hay clases sociales. No hay pobreza, porque no hay dinero, ni gobiernos que lo produzcan. No hay problemas de inmigración, porque no hay fronteras que le corten a uno el paso. No hay discriminación, porque quién discrimina a un amigo. Todos son felices con lo que tienen, porque tienen el amor de los demás.
Ya sé que es una utopía lejana, pero creo firmemente en que un día, las cosas serán así. Llámame iluso, idiota o lo que se te antoje, pero sé que Dios tiene un lugar así para nosotros y me gustaría que seamos allí cuantos más mejor.

martes, 26 de abril de 2011

Buscando lo positivo

Hoy se cumplen 25 años desde el desastre de Chernóbil. También hace justo mes y medio que el terremoto y tsunami que asoló la costa este de Japón, provocó un nuevo desastre nuclear, el de Fukushima.
Central nuclear de Confrentes (Valencia).
De nuevo la central de Confrentes.
No voy a entrar en el famoso debate…
Recuerdo muy vagamente cuando ocurrió. No era consciente exactamente de lo que pasaba, pero sí sabía que algo grave y malo había sucedido y la palabra “Chernóbil” se me grabó en la mente.
Hace no mucho hice el duro ejercicio de buscar algo positivo en lo que pasó aquel 26 de abril de 1986 en la central nuclear de Chernobyl. Consideré la condición actual en la que se halla esta zona altamente radioactiva e inhabitable. Y es que gracias a lo inhabitable de la zona (hablando en términos humanos), numerosas especies de animales se han establecido en el lugar maldito. Algunos animales que se hallaban extintos en la zona por muchos años, ahora caminan a sus anchas sin temer que ningún humano lo mate.
Curiosamente, parece que la radioactividad no les llega a afectar a los animales, y las poblaciones se encuentran sanas y sin los efectos que sufriríamos los humanos si viviéramos allí. Involuntariamente hemos creado un paraíso natural donde únicamente la naturaleza es la que se encarga de todo, sin que ningún humano altere el orden natural. No recuerdo el nombre del documental, pero en él se pueden ver los animales que allí ahora viven.
La ciudad fantasma es ahora invadida por árboles y animales de una manera realmente extraña e intrigante. También existen en las paredes de los muertos edificios unas curiosas pintadas que según se cuenta, un artista loco francés pintó hace años.
Las pintadas y aspecto de la ciudad se pueden ver en el siguiente enlace. Y como no, Wikipedia siempre aporta más y mejor información que la que yo he comentado aquí.

viernes, 22 de abril de 2011

Bosques y humanos


Ya lo decía Thoreau, pero parece que exista una ley que impide a uno tener simpatía por la naturaleza y por el hombre a la vez. Según este gran personaje, las cualidades que te acercan a lo uno, te alejan de lo otro.
 Estoy convencido que muchos que escuchen o lean esto, no compartirán la idea. Pero también creo que éstos, asegurarán que les gusta la naturaleza, porque alguna que otra vez vean algún documental, y porque suban una vez al año a Pirineos para disfrutar de la naturaleza, mientras se quejan de lo mala que es la carretera después de Huesca.
 El sábado pasado me levanté temprano, preparé mi bicicleta y me fui con ella a un bosque que vi la noche anterior en un mapa. Tenía ganas de desconectar y disfrutar de la paz que brinda la naturaleza. Cuando finalmente llegué al bosque, que aunque muy grande en expansión no es, y a pesar de los caminos y sendas que lo atraviesan, su densidad y sus altos árboles le hacen a uno creer que se haya lejos de toda civilización.
 Después de pedalear, caminar y fotografiar dentro de las diferentes zonas de bosque, llegué a una especie de hayedo clareado lleno de anémonas de bosque (Anemone nemorosa) que cubrían el suelo, como si de un jardín se tratara.
 Allí me topé con un hombre que paseaba y me encontré huyendo de su presencia. No quería nadie me alejara de mi “comunión” con la naturaleza. La situación, por supuesto, no deja de ser paradójica, porque en primer lugar yo también soy humano, y me hallaba molesto por la simple presencia de otro humano interrumpiendo la tranquilidad que yo había roto previamente; y en segundo lugar, porque me encontraba en un bosque creado por los mismos que yo consideraba impuros en aquel paraje.
 Está claro que si uno quiere realmente disfrutar de la naturaleza, cuanta menos acción humana y cuantos menos humanos se encuentren allí, mejor será la experiencia. Todo lo que el hombre toca, parece que se corrompe y arruina. ¿Existe realmente un equilibrio entre hombre y naturaleza?
 Quizás los amantes de la naturaleza seamos un poco misántropos.

sábado, 9 de abril de 2011

Plantas con olfato

Después de otro periodo largo sin escribir entradas para el blog, vuelvo con una sobre una planta que siempre me llamó la atención.
Recuerdo la primera vez que vi la planta en un libro sobre plantas medicinales que tienen mis padres en el salón. Estaba extrañado de que esa planta no tuviera ni hojas, ni tallos verdes y que creciera de una forma tan peculiar. Se trataba de la cuscuta (Cuscuta epithymum), o cabellos de monte, entre muchos nombres populares que existen en la península sobre la planta, y tiene ese peculiar aspecto porque es una planta parásita.

La cuscuta crece sobre otras plantas succionando su savia mediante haustorios, por lo que no necesita de cloroplastos para realizar la fotosíntesis; de ahí que la planta no sea verde y carezca de hojas.
Detalle de la planta carente de clorofila en plena floración.
Detalle de la floración de la cuscuta.

Hace poco estaba viendo un documental del National Geographic llamado: “Sex, Drugs and Plants” y salió esta curiosa planta. Un grupo científico de Suiza, creo recordar, se preguntaba cómo hacía la planta, que nace como cualquier otra sobre el suelo, para encontrar la planta que parasitar. Su teoría consistía en que la planta es capaz de oler a su futuro hospedante. De modo que sembraron aisladamente cuscuta al lado de una planta de tomate e “inmediatamente” la cuscuta creció en dirección de la solanácea. Después crearon una “planta” artificial que desprendía un fuerte olor a tomate, y sembraron de nuevo una cuscuta entre la falsa planta y una planta real de tomate. Al germinar y crecer la cuscuta, tras unos momentos de indecisión, se “lanzó” a por la falsa planta de tomate, demostrando así la teoría de que la cuscuta es capaz de oler.
Siempre me parece fascinante la capacidad de adaptación de algunas especies.
Zona infestada de cuscuta cerca del embalse de Entrepeñas (Guadalajara).


PD: Puede que ésta sea la primera entrada sobre una “serie” sobre plantas parásitas que estoy pensando en hacer.

martes, 16 de noviembre de 2010

Buscando el momento adecuado

Muchos fotógrafos realizan un profundo estudio antes de hacer una foto. Estudian el mejor ángulo, la mejor luz, el mejor acontecimiento, y entonces esperan a que todos estos factores se alineen hasta que finalmente sacan la foto. A veces tardan meses o incluso años en conseguir la foto buscada, otras veces no lo consiguen…
Yo no soy fotógrafo ni nada cercano a ello, pero me gusta hacer fotos. Normalmente soy de los que salen a dar un paseo y hace fotos de lo que se encuentra. Pocas veces son las que procedo como esos pacientes fotógrafos. Pero hay un paseo entre altos robles cerca de mi casa que llevaba tiempo esperando que se dieran las condiciones idóneas para hacer unas fotos. Me imaginaba un día de esos con densa niebla donde el sol brilla con tal intensidad sobre ésta, que crea ese extraño efecto de rayos de luz que penetran el vapor, como si se tratara de una fiera lucha a muerte entre el Sol y la niebla. Por supuesto siempre gana el Sol. Sin embargo, la niebla volverá a alzarse una y otra vez contra la supremacía solar.
Hace unas semanas, temprano por la mañana, al mirar por la ventana, se daban las circunstancias que esperaba. Había pasado algunas veces más, pero por desgracia, tenía otras cosas que hacer y no me fue posible. Ese día, como otros, tenía que ir a la universidad, pero sin pensarlo dos veces cogí la cámara y salí corriendo hacia el paseo de robles. Cuando llegué, la niebla se hacía más alta y el sol ya no penetraba con la misma intensidad. Llegué a la zona desde la cual haría las fotos y empecé a disparar, por si acaso. Prefiero volver con pocas fotos no muy buenas, que con ninguna foto. Entonces, el Sol comenzó a imponerse de nuevo sobre la valiente bruma y volvió la luz que buscaba. Ya sólo me tocó esperar a que pasara alguien por el lugar adecuado y sacar la foto.
Aquí tenéis los resultados.
La única edición de la fotografía son ligeramente las curvas y el contraste.

La única edición de la fotografía son ligeramente las curvas y el contraste.

A veces, en la vida, toca esperar a que se den las circunstancias adecuadas para entrar en acción; otras veces, toca seguir para adelante aunque éstas no se den.